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¿Cuándo perdimos nuestra privacidad en Internet? ¿Alguna vez existió? Desde que surgieron por primera vez estas preguntas, la privacidad en Internet continúa siendo un reto. Mientras tanto, Google sigue poniendo a nuestra disposición las mejores posibilidades publicitarias para llevarse un buen trozo del pastel presupuestario.
Hace unos días Marketing Directo publicaba un post con sus impresiones sobre las tendencias del 2014 del que citamos este párrafo: “Con el inicio del nuevo año vienen los buenos propósitos: adelgazar, dejar de fumar, leer más, etc. La mayoría de estos propósitos suelen acabar cayendo en saco roto, pero existe un tema en el que muchos van a encontrar interés: mejorar en el mundo de las Redes Sociales.”
A lo largo del año suelo impartir varios talleres sobre Herramientas de Internet, en los que explico y muestro el uso de 50 herramientas disponibles online clasificadas por tipo de funcionalidad: mejora web, comunicación interna y externa, gestión de redes sociales, trabajo en equipo, etc. El objetivo es ahorrar a los asistentes tiempo dedicado para la búsqueda, prueba y error, y entrenamiento en el uso hasta dar con las herramientas que más se pueden adaptar a nuestras necesidades.
El otro día, hablando con un amigo sobre cine, me pidió que le prestase el DVD de “Das Boot”, un clásico del cine bélico claustrofóbico, una de submarinos. Amable de mí, accedí, sin recordar bien dónde tenía el título en cuestión. Tras buscar en mi catálogo de casa infructuosamente, bajé al trastero, donde acabé encontrando unas mancuernas que me vinieron de miedo, pero de la película, nada de nada.
Parece que la nueva reina del baile del entorno publicitario es la publicidad nativa, una forma de impactar a los usuarios que está seduciendo a marcas y anunciantes que buscan nuevas vías de llegar a sus potenciales consumidores. La publicidad nativa está bajo el paraguas del Branded Content, que, igualmente atractivo para los diferentes actores del entorno publicitario, está acaparando cada vez más cuota de inversión.
Dicen quienes lo han padecido alguna vez que no hay peor dolor que el de muelas. Pues las muelas, hoy en día, se llaman medios sociales. O, al menos, ésas son las muelas de las empresas en la era digital.
Todavía hay un largo camino por recorrer en las compañías españolas para llegar a la ansiada transformación digital o, más bien, para ser capaces de comunicar esa evolución como un cambio positivo.
Como usuarios, cada día nos vemos expuestos a una cantidad de información creciente, y por un mayor número de canales. Esto genera una importante sobresaturación de información a la que todavía no sabemos cómo enfrentarnos. Para aliviar esta sobrecarga de información, muchos de los sitios web más populares utilizan distintas técnicas de personalización para ayudarnos a encontrar la información que nos resulta más relevante
Tendemos siempre a intentar contar todo lo que podemos en el menor espacio posible. Por lo general no pensamos en quién lo va a leer y cómo lo hará, y sí en qué queremos contar y cómo queremos hacerlo. Internet en general y las Redes Sociales en particular han ayudado a que cualquiera pueda contar una historia casi sin restricciones, pudiendo compartirla en cualquier lugar y momento.
No hay diez maneras de medir el ROI en Redes Sociales, sólo hay una: en dinero. Y las formas en que llegamos al dinero pueden ser diferentes, pero si invertimos dinero tenemos que recuperar dinero. Esto implica dejarnos de rollos, de paz, amor, fans y dar a la marca lo que espera de nosotros: negocio. Es cierto que no todos los retornos se pueden medir en ventas, pero tenemos que ser capaces de medir en términos económicos nuestras acciones sociales.
Últimamente se habla mucho de cómo la digitalización ha hecho que los consumidores cambien, que aparezca un nuevo consumidor. Un consumidor que en la mayoría de las ocasiones, va por delante de las empresas en cuanto a adopción de las nuevas posibilidades que brinda la digitalización.
Hace unas semanas, un directivo del Programa de Alta Dirección en Digital Business (PADDB+) me decía que trabajar la marca personal, especialmente en la Red, le parecía una auténtica tontería, un ataque de soberbia de uno mismo queriendo plasmar todo lo que vale pero sin resultados ciertos. Intenté convencerle de la importancia de controlar la propia marca